HISTORIA

La leyenda del Samurang

El blandir la espada es una antigua tradición en los países del lejano oriente, en especial China, Corea y Japón. De éste último, se conocen los samuráis, sus katanas y su filosofía sobre el honor. Mas existe en Corea un arte marcial no menos interesante que el bushido japonés, “el arte de blandir el sable hacia el oriente en las playas sureñas”, o como lo llaman en su tierra de origen: Haidong Gumdo.



Los inicios en tiempos antiguos
 
 
El principio del Haidong Gumdo se remonta a los días en que Corea se dividía en tres regiones: Koguryo, Paekje y Silla, periodo conocido como “De los Tres Reinos” (56 a.C.-668 d.C.). Atravesado por el río Amnokkang, Koguryo era reconocido por su tradición marcial; su gente era tan fuerte y comprometida que el reino creció con rapidez y concentró un gran poder.

Fue entonces que el tercer general de la dinastía de Koguryo, Yu Yu, formalizó una técnica de entrenamiento –basada en el manejo del sable– para los soldados o Samurang. Éstos, a su vez, ayudaron al rey Kwang Kae To a ampliar las fronteras del reino e incluir las tierras de Paekje; de esta manera, Koguryo alcanzó su máximo desarrollo entre el 371 y 384 d.C.
 
Sin embargo, la época de esplendor no duró mucho, debido a que China comenzó a invadir la península. Los soldados coreanos enfrentaban las numerosas incursiones invasoras con gran éxito, hasta que la dinastía de Silla unificó la península coreana en 668 d.C., con la ayuda de la dinastía Tang de China.
Posteriormente, los guerreros se encontraron sin el apoyo gubernamental; como resultado, sufrieron un periodo de decadencia. Durante este tiempo, tanto el clima político como el aristocrático hicieron que las artes marciales fueran muy impopulares. Se prohibió su práctica por el riesgo que implicaba para las clases privilegiadas; en su lugar, la ciencia y la tecnología acapararon la admiración del público. Fue así que algunos de los Samurang se retiraron a la montaña de Pecktu, donde continuaron trabajando su arte en secreto. El esfuerzo de uno de ellos –el maestro Sul Bong, enérgico protector de la tradición marcial– permitió crear el primer doyang o espacio de entrenamiento, lugar en el que adiestraban a los estudiantes para ser excelentes guerreros. Los mejores fueron llamados Haidong Mussa; que eran enviados para fundar nuevas escuelas en distintos puntos de la península y transmitir sus conocimientos.
 
 
 
 
 


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